Presencia por Heinrich y Loyola
El día 14 de octubre nos hicimos presentes en la ciudad de Bahía Blanca los compañeros Aníbal Schmidt, Alberto Irusta y Hugo Giménez integrantes de la Comisión Directiva del Sindicato gráfico Patagónico con el compromiso de acompañar a los compañeros del Sindicato de Artes Gráfica de esa ciudad a familiares y compañeros de militancia de los obreros gráficos de La Nueva Provincia, Enrique Heinrich y Miguel Angel Loyola, secuestrados y asesinados en 1976 durante el terrorismo de Estado.
Angelita Arrascaeta de la filial Tandil, Luis Sánchez de Bahía Blanca y Aníbal Schmidt durante la entrevista de la FM De la Calle.
Alberto Irusta preparando las banderas.
Todo esto en el marco de los juicios orales por delitos de lesa humanidad cometidos bajo control operacional del Comando V Cuerpo de Ejército y la Armada Argentina desde la Base Naval de Puerto Belgrano y las causas en instrucción contra el Terrorismo de Estado y la Triple A.
En el marco de la audiencia que se lleva a cabo en el aula Magna de la Universidad Nacional del Sur, estaba prevista para la mañana de este fue levantada por el Tribunal y dio inicio a partir de las 16 horas.
“No me van a hacer daño”
A la hora de la declaración de testigos los hizo en un principio Vilma Denk, esposa de Enrique Heinrich quien declaró entre otras cosas que que el 30 de junio de 1976 Enrique tenía parte de enfermo y se habían acostado de madrugada. Escucharon golpes y ruidos de gente saltando el alto paredón del patio y entraron a la habitación cinco personas armadas con revólveres y ametralladoras amenazándolos que los mataban junto con los pibes.
“No me van a hacer daño”, fueron las últimas palabras que escuchó de Enrique cuando se lo llevaban.
Luego de varias horas de encierro en su habitación se levantó, encendió la luz y vio la puerta destrozada, afuera no había nadie. Cuando clareó el día pidió prestado un teléfono y avisó que a su esposo se lo había llevado un grupo que dijo pertenecer a la Policía Federal.
Junto a sus familiares llamaron a todos lados y nadie dijo nada. Hizo la denuncia y se le rieron en la cara. En La Nueva Provincia le dijeron que su esposo no iba a ir y también se le rieron en la cara “No te preocupes que en tres días aparece” le dijeron.
Tres días después la policía golpeó su puerta para llevarla a la comisaría e informarle que el padre de sus cinco hijos había aparecido asesinado en la Cueva de los Leones torturado, lleno de tiros, atado con alambres de manos y pies.
Después de eso era volver a mi casa y explicarles a mis hijos qué había pasado. Tenían entre ocho y dos años”. Les dijo que el papá había tenido un accidente, que no iba a estar más con ellos. “Yo me tenía que callar la boca para que ellos no me vieran llorar.
“Yo vengo acá a Bahía, ahora vive en Saldungaray, y mi vida se termina. Voy llegando a Bahía y me enfermo. Hemos pasado hambre, frío, de todo. Yo tuve tres ACV. He quedado paralítica. Qué necesidad de torturar, de matar, de hacer daño. Dejar solas a tantas familias como si no les importara nada. A los 27 años quedé sola. Sin saber nada. No le deseo a nadie el sufrimiento que pasaron mis hijos y el que pasé yo. Es muy triste”, relató.
Enrique tenía 31 años cuando se lo llevaron. “Trabajaba donde hacen el diario. Era secretario general del Sindicato de Artes Gráficas. Luchaba para que los compañeros tuvieran un mejor sueldo. Era trabajo insalubre al punto que llegó a tener hasta tuberculosis.
Vilma cree que su militancia gremial motivó el secuestro: “Hacían huelgas para pedir mejores sueldos. La dueña de La Nueva Provincia les decía ‘Ustedes sigan pidiendo que ya me las van a pagar’. Le contó su marido”.
Jamás se acercó nadie de La Nueva Provincia a ofrecerles ayuda. Algunos compañeros de Enrique le llevaron víveres, “escondidos porque tenían miedo de que los echaran”.
Ante la pregunta del juez Jorge Farro de que si su marido tenía actividad partidaria respondió “No me acuerdo, pero sí sé que de la CGT lo habían amenazado a él, que él tenía que adherirse a un partido político, supongo que era peronista, si no lo mataban”.
“Fue una venganza de La Nueva Provincia”
Más tarde en su declaración la hija del Miguel Angel Loyola, María de los Angeles y su máma María Cristina,a su turno, relataron de los pesares que les dejó el asesinato de Loyola.
Cuenta María de los Angeles que cuando su padre fue secuestrado ella apenas se hacía sentir en la panza de su mamá.
“Mi papá era tesorero del Sindicato de Artes Gráficas y mi mamá perjura que esto fue una venganza desde la parte patronal del diario. Tengo testimonios de que ellos han recibido amenazas. Mi papá iba a trabajar y a veces mi mamá no sabía a qué hora volvían porque los encerraban con llave hasta que el diario salga, los querían tener bajo la lupa, pisoteados, que se manejaran como ellos querían”.
En base a los fragmentos del terror que podía ir soltando su mamá María Cristina y las charlas con compañeros de Miguel, armó el relato que contó al tribunal. Ella quería hablar pero “a veces la familia no estaba, ni siquiera mis amigas, porque la maduración que tuve que tener hacía que ni sepan de qué estaba hablando porque había mucho silencio”.
El mediodía del 30 de junio de 1976 sus padres jugaban con los posibles nombres para la nena o nene que presentían estaba por venir. Chiche invitó a la Pety al cine aunque andaba un poco descompuesta. Quedaron en confirmar a la salida de sus trabajos.
Mientras estaban una en el Hotel Muñiz y otro en el sindicato, un grupo de familiares y amigos eran retenidos en la vivienda donde esperaban a la pareja. “Mi tía -Elsa Reyes- me cuenta que entran dos personas masculinas vestidas de civil, los atan, los vendan, los sientan en los sillones y van a buscarla a la cocina. Le hacen lo mismo que a ellos, le colocan esposas. A la media hora o algo así, uno de los hombres le pregunta a mi tía si había alguien más en la casa y ella le comenta que había un inquilino que vivía al lado, Armando Cejas. Estas personas lo van a buscar y lo meten en la sala de la casa”. Al rato llega otro matrimonio y corre la misma suerte.
Cuando María Cristina salió de su trabajo le llamó la atención que Miguel Ángel no se hubiese comunicado. “Cuando llega a la casa de calle Moreno, un hombre de cara alargada, pálida, con bigotes finitos la intercepta y la encañona. Le dice que ingrese a la sala. Mi mamá al tiempo me dice que era Corres, el Laucha. Se enteró porque años después en un informativo dicen que el Laucha Corres se había escapado de una comisaría. Se quedó blanca ante el televisor y dijo ‘Ese es el hombre que me encañonó ese día en el pasillo”.
Los represores la maniataron y vendaron junto al resto hasta que llegó su esposo. “Pasadas las horas, me cuenta que escuchaba de trasfondo que habían prendido un tocadisco, estaban tomando en un barcito de licores que tenía mi papá. Estaban mirando un partido de fútbol. Al tiempo alguien se acerca y escucha un ruido de maletín. ¿Qué me van a hacer?, dice mamá. ‘Usted quédese tranquila’. Siente un pinchazo y se da cuenta que le ponen una droga o algo. Ella dice que veía cosas geométricas. ‘Perdí el conocimiento, no me pude acordar más nada'”.
Cuando se despertaron y pudieron liberarse notaron que se habían llevado a Miguel Ángel. “El día 4 (de julio) mi papá aparece en la Cueva de los Leones, con cortes, balazos, quemaduras. Cuando se hizo el velorio, mi mamá me comentó que mi tío -el militar Rubén Reyes- dijo que era por la picana, dando a conocer toda la atrocidad que había pasado”.
“La gente de La Nueva Provincia nunca se acercó a la familia. Algo que a mi mamá le llamó la atención y no, porque evidentemente ellos estaban afuera, a pesar de que mi papá y Heinrich habían sido trabajadores, no se acercaron ni a dar el pésame. Sí su compañero Manuel Molina por medio del sindicato, estuvimos acompañados, como amigo estuvo cerca de nosotros”, contó Angie.
“Un día le iban a hacer un homenaje a mi papá en el programa de Coca Cenci. Molina estaba en el Sindicato antes de pasarme a buscar y recibe la visita de mi tío Rubén Reyes. Su esposa, mi tía Elsa trabajaba en la parte administrativa del Comando V Cuerpo y mi tío era sargento primero -subrayó la testigo-. En ese momento, Molina está trabajando, se aparece mi tío con un arma, parecía que estaba en estado de ebriedad. Le dice ‘Mirá Molina, no quiero que vayas al programa, no des nombres, no revuelvas, he pasado por mucho’. Molina me pasa a buscar, me comenta el episodio y yo le dije que igual iba a ir al homenaje a mi papá”.
Tercero en la lista de “Personal a ralear en La Nueva Provincia”
Manuel Jorge Molina, tercero en la lista del ‘personal a ralear’ de La Nueva Provincia según la inteligencia naval, declaró de los acontecimientos que desencadenaron la tortura y el asesinato de Enrique Henrich y Miguel Angel Loyola cuenta que 15 días antes fueron citados Molina, Henrich, Loyola y dos compañeros más a la sede del Comando V cuerpo de ejército donde fueron advertidos de que “la mano viene pesada” y que se dejaran de joder con las medidas de fuerza que se venían manifestando en el diario, estaban pidiendo desde hacía mucho tiempo por la aplicación convencional del régimen de francos 4 x 1 y por una equiparación salarial con el resto del país.
Al final manifiesta que Enrique era maquinista en la rotativa y secretario general del sindicato, mientras que Miguel Ángel trabajó como estereotipia y tesorero de la organización gremial y que tras ser secuestrados el 30 de junio de 1976 en la empresa solo hubo silencio y que luego de que los cuerpos maniatados, con signos de torturas y numerosos disparos, aparecieron el 4 de julio de ese año en la Cueva de los Leones el diario solo publicó la noticia a una columna de 18 líneas y sus sepelios. Pidió la permanentemente memoria por Enrique y Miguel Ángel y el reclamo del Juicio y Castigo a los culpables materiales e ideológicos.
Con él y con las familias de los compañeros asesinados estuvimos en la calle, nos acreditamos para presenciar la audiencia en el recinto, esperando a que se Haga Justicia.
Fuente: www.juiciobahiablanca.wordpress.com